La película comienza presentándonos a Seydou y Moussa, dos primos que rondan los 18
años y disfrutan pasar las tardes con sus amigos haciendo música. Secretamente han
planeado su partida rumbo a Europa, donde esperan encontrar mejores oportunidades para
ellos y sus familias. Cuando son descubiertos por la mamá de Seydou se ganan un regaño
que no logra convencerlos de abandonar su objetivo.
Antes de abandonar su hogar visitan el mercado para hacer dos cosas: pedirle algún
consejo a un hombre que ya hizo el viaje, y consultar al brujo del barrio. “Deben ir al
cementerio y pedir permiso a los muertos para marcharse”, es la indicación que les da este
último. No entienden el por qué, pero obedecen, y poco después abandonan su hogar en
Dakar para enfrentarse juntos a un viaje que no les va a tener piedad.
Resulta que eligen aventurarse en una de las rutas migrantes más letales del mundo. Si no
fuera poco el tener que sobrevivir a cruzar el desierto del Sahara, el camino los enfrenta a la
escasez de recursos, la corrupción de los puestos migratorios y la trata de personas por
parte de grupos criminales. Si consiguen llegar a Trípoli, en el norte de África, aún les queda
la misión de atravesar el Mar Mediterráneo, donde más de 30 mil desplazados han perdido
la vida en los últimos diez años.
Hay algo de magia y fantasía dentro del guión que finalmente son los elementos que te
ayudan a recordar que no estás viendo un documental. El trabajo de diseño de vestuario es
tremendo durante todo el camino que recorre nuestro personaje principal. Vemos ilustrado
el sueño europeo desde que nuestros protagonistas salen de casa con conjuntos gastados
que tienen impresa por todas partes alguna marca de lujo; y de forma más contundente
rumbo al final, cuando terminan rodeados de gente que lleva jerseys de fútbol de los
equipos que vemos jugar en la Champions.
El trabajo del director, Matteo Garrone, fue acertado al considerar la participación y
experiencia de migrantes reales, lo que vemos en pantalla se percibe honesto más allá de
actuaciones como la de Seydou Sarr, el protagonista, que por esta película recibió el premio
a Mejor actor joven en el Festival de cine de Venecia.
Es un filme muy respetuoso, permite que el público pueda observar el fenómeno migratorio
desde un lugar empático y atento, nos recuerda que detrás de cada persona migrante hay
una historia que merece ser escuchada.
